Hace tiempo no le dedico tiempo a este espacio que una noche -hace tiempo- imaginé para decir lo que pienso antes, durante o después de escribir y al final se ha convertido en otro anaquel de palabras; historias y versos libres que cuelgo de rato en rato, a veces por placer y también por costumbre; por amor, ese sentimiento que si pudiera escoger preferiría no sentir.
He amado personas, animales y cosas -Sustantivos-... Amado a Dios hasta aburrirme de las religiones... Placeres que se convirtieron en vicios... Lugares que se transformaron y aunque en principio lo sentí traición terminé por comprender que era lo indicado... Amé tanto a mi país que terminé por perder la esperanza y estuve a punto de dejar de amar lo más importante: lo que soy.
Me enamoré sin darme cuenta, pero presentía que me iba a enamorar. Absurdo presentimiento si todos sabemos que el amor es predecible. Estoy enamorado de una persona que está tan lejos que solamente podemos abrazarnos viajando en el tiempo... Tiempo, aliado o enemigo abstracto de lo que escribo porque escribir es lo más que tengo para continuar vivo. Vivir lo denominado vida que no es otra cosa que una búsqueda de respuestas en la que tropezamos con tanta gente en su propia búsqueda y construcción de sí mismos. El caos perfecto.
No me digas: Escribe... Lo dije hace no mucho aunque en otra lengua. Escribir es tan espontáneo como respirar, pero se valora más una bocanada después de casi morir por asfixia.
Cuando Evelia, la narradora chispeante que prefiere los finales felices; Minerva, con sus singulares referencias y detalles históricos, Fernando -mi tocayo- quien confiesa leer poco, pero sabe contar de miedos y fantasmas; Rosalba, quizás la de más talento en la técnica o técnica en el talento; Marisín, atrevida a explorar posibilidades con personajes complejos; Rolando, cauteloso y contestatario; también Sonia, puntual, sensible y preocupada me designaron -al Fernando sarcástico e irreverente que disfruta hablar en público- para dirigirme a ustedes en representación del grupo esta noche me sentí comprometido con encontrar las palabras para manifestar tantas experiencias y gratificaciones. Es que no somos los únicos protagonistas de esta aventura. La confianza del grupo editorial, la asesoría de Jaramillo Levi, el respaldo de familiares, compañeros y amigos -lectores de primera mano- son algunas razones para estar aquí reunidos, en el más apreciado refugio de la literatura nacional, presentando: SIE7EPOROCHO. No es matemática, es arte; un colectivo de cuentos panameños. Gracias por acompañarnos en este tramo del sendero por los bosques de la palabra en Panamá. Citando el poema de Miró: “En donde son los árboles, antiguos conocidos que al paso nos conversan de un tiempo que pasó.”

