Frescas y finas telas tu cuerpo envuelven,
como el beso de la brisa a una ola
en el carnaval ardiente de tu verano.
En tu cabeza, junto al puñal florecen
temblorosas flores de perlas
visitadas por colibríes y mariposas
que reposan en tus peinetas, pensamientos y balcones.
Celoso el orfebre se desvela
por colgar de tu cuello
-en cadenas de cruz, moneda y pez-
los quilates de su amor.
Tus pies no escapan al encanto;
cintas y hebillas les cubren,
aportando a tu fama de lujo y detalle.
Y es de verse, cosa única;
admiradla, es aquella,
mira como vuela su falda,
como bailan con ella las flores.
Escucha, repican más los tambores
cuando se acerca
-de camisilla con botones de oro,
bajo las alas de su sombrero pinta’o-
el caballero montuno.
Con él llegan todos, no son rumores,
que se ha visto aparecer una reina de mil colores
bailando punto y cumbias hasta amanecer.
Bendita eres mujer, no hay duda;
por ti el cielo y el sol
y la luna con las estrellas
cantan para ti,
sea día o sea noche,
contagiosa tamborera.
Panameña,
majestad de diseño y gracia,
de elegante coquetería:
¡Qué bella luces hija mía,
como el beso de la brisa a una ola
en el carnaval ardiente de tu verano.
En tu cabeza, junto al puñal florecen
temblorosas flores de perlas
visitadas por colibríes y mariposas
que reposan en tus peinetas, pensamientos y balcones.
Celoso el orfebre se desvela
por colgar de tu cuello
-en cadenas de cruz, moneda y pez-
los quilates de su amor.
Tus pies no escapan al encanto;
cintas y hebillas les cubren,
aportando a tu fama de lujo y detalle.
Y es de verse, cosa única;
admiradla, es aquella,
mira como vuela su falda,
como bailan con ella las flores.
Escucha, repican más los tambores
cuando se acerca
-de camisilla con botones de oro,
bajo las alas de su sombrero pinta’o-
el caballero montuno.
Con él llegan todos, no son rumores,
que se ha visto aparecer una reina de mil colores
bailando punto y cumbias hasta amanecer.
Bendita eres mujer, no hay duda;
por ti el cielo y el sol
y la luna con las estrellas
cantan para ti,
sea día o sea noche,
contagiosa tamborera.
Panameña,
majestad de diseño y gracia,
de elegante coquetería:
¡Qué bella luces hija mía,
cuando vistes con tu pollera!
Escrito hace un par de años, Vestido de Reina, es un poema inspirado en la belleza de la mujer panameña que lleva con gracia tan lujoso y delicado vestido, como he dicho siempre -sea de lujo o sea montuna-: La Pollera.
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