martes, 6 de abril de 2010

¿No me recuerdas?

Caminaba por la zona peatonal, eran como las dos o tres de la tarde del primer lunes después del Viernes Santo y las primeras gotas de lluvia de este año empezaron a caer. Fue como que todos iban de prisa, nunca he comprendido por qué corre todo el mundo, excepto nosotros que sólo nos preocupábamos por esquivar a los agitados corredores y una que otra punta de las varillas de los paraguas. No sé cómo pasó, pero tropezamos. Su rostro pareció iluminarse, sus ojos -de por sí grandes- se hicieron enormes y su boca se abrió en una sonrisa rotunda. Me llamó por mi nombre, recordó viejas fechas, citó personajes conocidos y hasta hizo excelentes referencias de ubicación.
-Soy Fernando ¿No me recuerdas?Fuimos compañeros tanto tiempo, compartimos inolvidables experiencias, disfrutamos conquistas y padecimos las mismas adversidades. Claro que lo recuerdo, cómo olvidarlo si siempre lo admiré, tanto que me enamoré como una idiota, aunque para él yo era invisible; casi invisible sería lo correcto, hoy lo sé, pero ya es demasiado tarde. Veinte años después -en otra ciudad, con la vida resuelta y recién casada por segunda vez- de qué me sirve que me procure ahora.
-No. Me confunde.- Respondí, lo hice a un lado y seguí caminando.

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