jueves, 3 de septiembre de 2009

SOLITARIO (Sexta Entrega)

5
El Centenario

Aunque no son muchos ni suficientes, hay documentos que dan testimonio de la prolongada historia geológica, pre-colonial, colonial y singularmente del surgimiento definitivo de nuestra República... la mayoría de los investigadores parecen interesados solamente en los periodos más recientes; pocos van más lejos que de 1500 y demasiados se ocupan de distorsionar lo sucedido entre 1821 y 1903...”

Los apuntes formaban parte de la conclusión que presentara después de un trabajo de investigación para su clase de historia en el último año del bachillerato. En la biblioteca del colegio, repleta con libros y documentos de ciencia, tecnología, ética y algo de literatura universal, halló solamente una lista de autores y obras, algunas breves reseñas desde las que se abordaban el origen del país. La mayoría realizadas por extranjeros. Tuvo que ir hasta la Biblioteca Nacional para estudiar, entre cientos de papeles cubiertos de polvo, casi vencidos por el olvido, el concepto que hasta entonces no significaba nada concreto, era muy amplio y poco sensible. Esos últimos meses educación media fueron los que sembraron en él la voluntad de una conciencia cívica. Asunto para el que primordialmente se requiere conocer desde el origen la tierra donde se nace, crece y aprende a vivir: La Patria.

Cuando sustentó su trabajo final ante el profesor y sus adolescentes compañeros habló con gran seguridad de que Patria no era sino un sentimiento de orgullo; inexplicable cuando se ve la bandera tan diferente a las demás de cualquier rincón del mundo o cuando un deportista o equipo nacional gana un título, impone una marca o gana medallas en competencias. Su Patria era un sentimiento de dolor al conocer las tragedias que se vivían en el campo. Era el sentimiento de impotencia al leer el famoso y desconocido Tratado de Neutralidad. Patria era compromiso y nostalgia cuando andaba por las calles, barrios, plazas y pueblos que sus abuelos mencionaban en sus memorias de guerras y pleitos. Todos sus recuerdos y planes de futuro, triunfo y prosperidad, también eran Patria. Sentirse patriota eran muchas cosas a un mismo tiempo. Entender el ideal de próceres y mártires, del cholo caudillo que venció ejércitos de letrados militares. Quizás el habría sido uno de ellos; herido, muerto fusilado o algo peor, la suerte de tantos que defendieron su ideal. La situación y los tiempos en los que le tocaba vivir eran muy diferentes, los métodos de acción más diversos y tenía la impresión de que los sucesos sucedían más calmadamente, aunque con mucha mayor rapidez. Pequeños grupos revolucionarios erraban con sus métodos de protesta y minaban su propio camino al éxito, no aprendían con el ejemplo de organización y patriotismo que antaño alcanzó tantas glorias. A pesar de todo, los tiempos actuales eran más libres y propicios para evolucionar socialmente. Se comprendió afortunado.
-Erica, podría aburrirte con fechas de incidentes realmente lejanos para que comprendas y no creas, como la mayoría, que nuestro presente es lo que es por obra y gracia de los últimos cien años. Hace poco escuché hablar a unos universitarios, representantes de una agrupación indígena, hablar de sus raíces once mil años atrás.
La conversación se iba prolongando indefinidamente sin perder intensidad o interés de parte y parte. Él procuró mencionar los hechos más destacados, los nombres sobresalientes en cada suceso y época. Ella fue acomodando toda esa información en su mente como muestra de aprecio a su amigo y en homenaje a la tierra que tan buena acogida le había ofrecido.
-Te entiendo. Cualquiera que conozca de historia sabe que Colón llegó a su tierra de Indias; pobre hombre, completamente perdido, pero la suerte le regalo la inmortalidad con su aventura como el descubridor del nuevo mundo; América, tierra firme aquel 12 de octubre de 1492; sabrá también, por escasa lógica, que ya para entonces las tierras de este continente eran ocupadas por sus nativos y verdaderos dueños. Los quinientos años de aquello fueron celebrados en ambos mundos. Creo que de allí en adelante se dio el inicio de la complejidad en la historia que ahora nos toca estudiar y comprender. No es sencillo todo este intercambio cultural, variación de cultos y creencias, mestizaje, catequización, conquista; nuevas tierras, nuevos mares y nuevas rutas de comercio.
-Exacto. No fue el descubrimiento de un nuevo mundo sino el choque de dos grandes y ricas culturas, cada una con mucha historia a cuestas.

Sin duda ella comprendía de lo que hablaban. Conocer la historia de un país en particular no es más que una miga de la historia completa, la gran historia que protagoniza la humanidad. Él fue de los viajes de Colón y el nombre de Portobelo, con todo y su Cristo Negro, hasta los rellenos a la bahía para construir imponentes edificios de acero y vidrio. Pasando, sin dejar escapar detalles, por el proceso de independencia, unión voluntaria a la Gran Colombia -la que Bolívar realmente anheló- y todos los sinsabores que ello trajo a su pueblo en consecuencia; elecciones amañadas, candidatos reelectos que nunca completaron su periodo; asesinatos, celebraciones, convenios y negociaciones internacionales para lograr los acuerdos que los han llevado más cerca de la soberanía. Una y otra vez la mano en la que ondea una bandera de barras y estrellas hace sombra sobre la pequeña nación centroamericana.
-Este país ha sido muy marcado por esa gente. Sintetizó ella inteligentemente.
Desde diciembre de 1989 hasta el día de su plática, cuatro presidentes, entre éstos la primera mujer en ocupar el cargo. Tras la invasión norteamericana, un hombre que con una mezcla de valentía, sensiblería y conocimiento político hizo lo que pudo por sacar adelante al país que conoció el caos y el luto; un personaje jovial y recordado siempre por sus comentarios que generaban polémica con una sonrisa en los labios. Después de él, la prepotencia y la convicción de un hombre que dio mucho que hablar. Admirado por unos, odiado por otros; siempre listo para el debate inteligente. Lleno de medidas para salvaguardar los intereses económicos de la nación. Tuvo oportunidad de estrechar la mano de ambos, de ambos guardaba una buena impresión; realmente admiraba al segundo. Luego fue el turno para la mujer; cinco años de vergüenza e ineficacia, de corrupción y desprestigio a todos los niveles; un aporte poco favorable para las muchas mujeres que sí son capaces de liderar con cordura, ética y sensibilidad nacional. Mujeres con solvencia y buen gusto. Ahora era tiempo para un hombre joven que en su segundo intento llegaba a la cabeza del gobierno. Hijo de uno de los más destacados personajes de nuestra historia nacional. Un rostro de niño amable que nunca igualaría siquiera el método y la huella que su padre dejó en la memoria de sus paisanos y del mundo. Todos, con sus aciertos y fallos, desfilaban con el poder en sus manos mientras el pueblo, quien les dio la oportunidad de representarlo, tenía que inventárselas para no dejarse morir de hambre. Parecía que a todos les sucedía lo mismo; al llegar al gobierno una triste epidemia los contaminaba, cambiaban su discurso y repetían la misma historia de su antecesor. En Panamá los presidentes son poetas, seres de vocabulario florido y alma egoísta. Como todos los políticos, son actores, artistas de la mentira con sed insaciable de plata y fama.
-Ser optimista es cada día más difícil, pero todavía me queda esperanza. Se negaba a permanecer callado ante los hechos y le disgustaban algunos aspectos de la identidad del panameño.
-El juega vivo, lo fácil que olvida, su preferencia por lo foráneo y su permeabilidad para las influencias negativas, lo bien que copia lo malo; el rechazo al cambio, así sea para bien. Así es Panamá, toda razón es buena para hacer fiesta, sobre todo para la juventud, aunque el porqué no esté muy claro o lo ignoren por completo.
Lo explicó todo diciéndole que era eso de lo que tanto escuchó hablar cuando llegó al país a finales de noviembre del año 2003.
-Recuerdas todo lo que te conté del 3 de noviembre y sus antecedentes hasta el cabildo abierto en la Plaza de la Catedral, los sucesos en Colón y demás. Bien, ahora olvídate de todo eso y empieza a imaginar una gran fiesta en las calles, como un carnaval en la Avenida Balboa -quién dice que no se puede o que no sería bueno-. Aquello duró varios días. Hubo algún acto protocolar con personalidades nacionales e internacionales, pero eso no significó nada para la gente. Lástima que llegaste tarde para participar de la celebración popular. Hombres y mujeres de todas las edades se lanzaron a las calles para participar y ver desfiles de antorchas, dianas, fuegos artificiales. Desde el primer minuto de ese 3 de noviembre, Panamá vivió el segundo carnaval de ese año. De frontera a frontera, sobre todo en la capital. Lo mejor fue en la tarde cuando se asistió en masa al verdadero concierto panameño, un evento que de cierto modo era también una protesta contra el gobierno de la costosamente ataviada dama que gobernaba entonces, la misma que recibió la plena administración del Canal. Aunque por momentos el audio no fue el mejor y la voz de un chiquillo, en mi opinión, arruinó el sentimiento de la letra, esa tarde todos cantamos “PATRIA”, una canción del que más tarde sería Ministro de Turismo, todos llenos de alegría, casi eufóricos. El pueblo abarrotó la avenida y aunque sudorosos, apretados y algo cansados, porque pocos durmieron la noche entera. Todos bailamos salsa. Ya empezando la noche y estando cerca del lugar donde el gobierno había instalado la tarima oficial para la celebración “popular”, misma que había sido causa de polémica y debate con subido sabor político, con el concierto pop rock de un colombiano; representante de cuya nación celebrábamos cien años de separación, pero antes de él subir a escena y alborotar al público; primero con su música, número uno en todas las estaciones de radio nacional, como hacen con cada artista que viene al país para un concierto, luego con nuestra bandera metida muy cerca de su... trasero. La fiesta fue excelente. Animadores de televisión, locutores de radio y Dj’s amenizaron el ambiente con música que desde la salsa y el merengue, hasta el pop, el rock y el rap; pasando por la música típica popular, la de los combos nacionales y un himno de carnaval que llevó por unos minutos a todos al Parque Porras en la Ciudad de Las Tablas, donde cualquiera que quiera saber lo que es la fiesta del panameño, lo único que éste se toma en serio, el carnaval, tiene que ir al menos una vez. Fue un evento inolvidable. Ya me veo contando mis memorias de aquello en cincuenta años. Yo anciano hablando de cuando era joven y salí a celebrar el primer centenario desde ese 3 de noviembre de 1903. Seguro dejaré bien claro que aunque bailé, trasnoché, canté y disfruté al máximo sin reprocharme absolutamente nada, nunca olvidé la razón de la fiesta. No hay que encerrase en el pasado, pero tampoco hay que dejarlo perder. Que bonito es recordar y celebrar así ¿no?

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